¿Autoridad versus Libertad?

Creo que en nuestros días se suele considerar la autoridad como algo negativo, como algo que viene a coartar nuestra libertad, a quitarnos algo. Pero pienso que eso se debe a otro fenómeno muy actual que es el de atribuir a las palabras un significado casi arbitrario («tal cosa para mí significa tal otra»), sin preocuparnos de qué es lo que objetivamente quiere decir.

Para aclarar un poquito el significado de «autoridad» les dejo un pequeño texto de Antonio Rivero. También sería bueno que leyeran el texto de Platón que subí hace algún tiempo sobre este tema.

«Autoridad….

La palabra autoridad viene del latín auctoritas, que significa garantía, prestigio, influencia. Deriva de auctor, el que da valor, el responsable, modelo, maestro; que a su vez se relaciona con el verbo augeo, acrecentar, desarrollar, robustecer, dar vigor, hacer prosperar. Entonces, autoridad viene de auctor y auctor es el que tiene poder para hacer crecer.

Por lo tanto, los padres son verdadera autoridad para sus hijos no en la medida en que los «mandan», sino en la medida en que son sus autores, por haberles dado la vida y, luego, porque los ayudan a crecer física, moral y espiritualmente. La autoridad está en ayudar a los hijos a desarrollarse como personas, enseñándoles a hacer uso de la libertad, capacitándolos para tomar decisiones por sí mismos y mostrándoles por cuáles valores hay que optar en la vida.

…y su pareja: libertad

La autoridad debe estar al servicio de la libertad, para apoyarla, estimularla y protegerla a lo largo de su proceso de maduración. Apoyar y estimular implica la madurez de los padres que descubren que el hijo es persona, por lo tanto distinto de los padres y que, en la medida en que ejerzan su libertad, irán tejiendo su propia realización personal. Protegerla en el proceso de maduración, significa que el hijo aún no está capacitado para caminar solo por la vida.

Hoy, tal vez, sea una de las mayores fallas de los padres. No existe una verdadera protección de la libertad del hijo. Cada vez se desentienden más de los pasos y opciones de los hijos. Los padres están claudicando muy temprano en la protección de la libertad del hijo. ¿Causas? No saber cómo hacer, el desentenderse porque es más fácil, el querer ser padres «modernos».

No proteger la libertad del hijo es arriesgar el proceso de maduración y, tal vez, conducir a una vida en la cual queden muy comprometidas la felicidad y la realización de aquel que se dice quererlo mucho. ¿Se lo querrá tanto si no se protege el uso de su libertad?

No nos extraviemos en falsos dilemas: autoridad y libertad van unidos, ambos son necesarios para la formación de los seres humanos. Sólo de la conjunción de los dos puede brotar la auténtica felicidad y armonía personal».

En busca de un ideal

Les dejo un texto de un filósofo español, Alfonso López Quintás, sobre la importancia de tener un ideal en nuestra vida.

«…un proyecto de vida debo diseñarlo y realizarlo con todo esfuerzo y cautela. Si quiero establecer una relación con otra persona, me veo obligado a cumplir las exigencias del encuentro. Cuando he de elegir entre diversas posibilidades para conseguir una meta, necesito saber cuál es la más adecuada. Y en todo momento de la vida debo encaminar mis pasos hacia el ideal que constituye mi auténtica meta, la estación término que estoy llamado a alcanzar.

Ser persona encierra una altísima dignidad, pero lleva implícitas graves obligaciones. La primera consiste en que tenemos que elegir la orientación que vamos a dar a nuestra vida. El animal no elige; responde automáticamente a cada estímulo, según le dictan sus instintos. Estos aseguran su supervivencia y los de su especie. El hombre no tiene ese tipo de instintos «seguros», ajustados automáticamente a un modo de ser determinado. Sus pulsiones instintivas están abiertas a formas de actuar diferentes. Tengo hambre, veo un alimento apetitoso y puedo tomarlo y comerlo, o bien dárselo a otra persona más necesitada, o dejarlo para más tarde, o incluso renunciar a él. Esta capacidad de dar respuestas distintas supone en nosotros un privilegio y da origen a nuestra libertad y nuestra creatividad, pero nos impone el deber de tomar las riendas de nuestra existencia y orientarla debidamente. Esta tarea no es fácil , y requiere un largo y cuidadoso ejercicio«

¿Qué piensan?

¡Bienvenidos!

Estimados alumnos: damos comienzo hoy a este espacio para el intercambio y la reflexión de temas que les interesen, pero que no estén contemplados en el programa de bachillerato. La participación no es obligatoria, ya que este espacio de intercambio virtual ha sido creado como respuesta a las inquietudes que algunos de ustedes plantearon en clase, pero que por motivos de tiempo, no pueden ser tratadas allí con la debida profundidad.

Como verán he elegido como nombre del blog «amigos de Sócrates». ¿Por qué? Porque este gran filósofo fue un buscador de la verdad,  porque sus enseñanzas no se pueden separar de su vida, ya que su filosofía era un modo de vivir. Buscaba para encontrar, y lo encontrado se hacía vida. Eso es a lo que debemos aspirar también nosotros.

Como dice Cicerón, Sócrates fue el primero en hacer «descender desde el cielo la filosofía y la colocó en las urbes y la introdujo también en las casas y los obligó a investigar sobre la vida y las costumbres…»

Este blog  es, entonces, un intento de que la filosofía (el amor a la sabiduría) entre en nuestras casas (en nuestro interior) para que nos ayude a descubrir un saber de auténtico valor.

Sócrates nos conduce en este caminar y nos señala la inscripción del templo de Delfos: «Conócete a ti mismo». Esta frase él la entendía como conocer la propia alma, como el más importante de todos los conocimientos: ¿Quién soy?

Les dejo, entonces, este poema de Gustavo Adolfo Becquer para que nos sirva como punto de partida en este recorrido.

Léanlo, piensen en lo que nos dice Becquer allí y en cómo esto se relaciona con el conocimiento de uno mismo; luego comenten en el blog para comenzar así nuestro filosofar a través del diálogo, como lo hacía Sócrates.

Verónica.

Del salón en el ángulo oscuro,

de su dueña tal vez olvidada,

silenciosa y cubierta de polvo,

veíase el arpa.

.

¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas,

como el pájaro duerme en las ramas,

esperando la mano de nieve

que sabe arrancarlas!

.

¡Ay!, pensé; ¡cuántas veces el genio

así duerme en el fondo del alma,

y una voz como Lázaro espera

que le diga «Levántate y anda»!